Todos los años me gusta visitar las casetas que durante una semana ponen en la calle para celebrar la feria del libro aunque éste no me gustó mucho su ubicación. Prefiero verlas alrededor de la plaza.
Como no vivo en la capital no puedo acudir a las actividades que alrededor de la feria se celebran. Bueno, eso no es del todo cierto, porque cuando algo interesa mucho se encuentra el momento de acercarse hasta allí como el día que vino Paul Auster por ejemplo. ¡Inolvidable!
De los casi 40 escritores que este año participaron me hubiera gustado ver a Angeles de Irisarri, a Amancio Prada y a Juan Carlos Mestre o a Antonio Colinas, pero no pudo ser y en el fondo pienso que ya habrá otra oportunidad.
El viernes que fue el día que estuve visitándola no ví mucha gente curioseando por allí, por las casetas, entre los libros.
Hoy los libreros han hecho balance y dicen que hubo mucho público pero que han vendido menos que el año pasado, en un juego de palabras que no entiendo pues dicen que "las casetas han vendido hasta un 6% más que el año pasado, aunque en líneas generales las ventas han sido menores". ¿Qué quieren decir?, ¿será que algunas han vendido mucho y otras nada?...yo qué sé!. La verdad es que ver allí los libros incita a comprar y los hay de todos los precios, pero la cara y la actitud indolente, sin hacer ningún caso a los que pasamos por allí de algunos vendedores ahuyentan al personal. Casi todos mostraban los mismos títulos que coinciden siempre con lo más comercial, supongo que por pura comodidad.
Yo compré éstos:
El caballero de la armadura oxidada (Robert Fisher). En principio no quería comprarlo pues el vendedor me dijo que era un libro de autoayuda y le comenté que no me gusta absolutamente nada ese tipo de libros, pero él insistió en que me lo llevara, que no me iba a arrepentir. Como me fio de él ya que siempre me hace buenas recomendaciones cuando no llevo una idea clara de lo que quiero, accedí a comprarlo. Quedamos en que pasaría a comentarle qué me parece cuando lo haya leído.
84, Charing Cross road (Helene Hanff). Me senté a tomar un aperitivo en una cafetería y al llegar a la página 20 ya se me saltaban las lágrimas al leer las cartas que se entrecruzan entre una mujer, gran amante de la lectura, y una librería, situada en esa calle, a la que escribe pidiéndo libros que ya no se encuentran a la venta. Entre ellos se establece una relación que llena de emoción al lector.
El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Oliver Sacks).
Chocolate, más de 100 irresistibles recetas.
El nuevo y gran libro de los enigmas (Fabrice Mazza).
Tres tratados de armonía (Antonio Colinas), y
El tiempo entre costuras (María Dueñas).
Entre los que tengo pendientes y éstos pasaré buenos ratos. A ver cómo conjugamos el del chocolate con "la operación bikini"...mejor lo guardaré hasta el otoño.
La miniatura me la regalaron en una caseta que tenía unos libros preciosos, réplicas de códices antiguos y obras medievales, arte románico, gótico, etc...
Como no vivo en la capital no puedo acudir a las actividades que alrededor de la feria se celebran. Bueno, eso no es del todo cierto, porque cuando algo interesa mucho se encuentra el momento de acercarse hasta allí como el día que vino Paul Auster por ejemplo. ¡Inolvidable!
De los casi 40 escritores que este año participaron me hubiera gustado ver a Angeles de Irisarri, a Amancio Prada y a Juan Carlos Mestre o a Antonio Colinas, pero no pudo ser y en el fondo pienso que ya habrá otra oportunidad.
El viernes que fue el día que estuve visitándola no ví mucha gente curioseando por allí, por las casetas, entre los libros.
Hoy los libreros han hecho balance y dicen que hubo mucho público pero que han vendido menos que el año pasado, en un juego de palabras que no entiendo pues dicen que "las casetas han vendido hasta un 6% más que el año pasado, aunque en líneas generales las ventas han sido menores". ¿Qué quieren decir?, ¿será que algunas han vendido mucho y otras nada?...yo qué sé!. La verdad es que ver allí los libros incita a comprar y los hay de todos los precios, pero la cara y la actitud indolente, sin hacer ningún caso a los que pasamos por allí de algunos vendedores ahuyentan al personal. Casi todos mostraban los mismos títulos que coinciden siempre con lo más comercial, supongo que por pura comodidad.
Yo compré éstos:
El caballero de la armadura oxidada (Robert Fisher). En principio no quería comprarlo pues el vendedor me dijo que era un libro de autoayuda y le comenté que no me gusta absolutamente nada ese tipo de libros, pero él insistió en que me lo llevara, que no me iba a arrepentir. Como me fio de él ya que siempre me hace buenas recomendaciones cuando no llevo una idea clara de lo que quiero, accedí a comprarlo. Quedamos en que pasaría a comentarle qué me parece cuando lo haya leído.
84, Charing Cross road (Helene Hanff). Me senté a tomar un aperitivo en una cafetería y al llegar a la página 20 ya se me saltaban las lágrimas al leer las cartas que se entrecruzan entre una mujer, gran amante de la lectura, y una librería, situada en esa calle, a la que escribe pidiéndo libros que ya no se encuentran a la venta. Entre ellos se establece una relación que llena de emoción al lector.
El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Oliver Sacks).
Chocolate, más de 100 irresistibles recetas.
El nuevo y gran libro de los enigmas (Fabrice Mazza).
Tres tratados de armonía (Antonio Colinas), y
El tiempo entre costuras (María Dueñas).
Entre los que tengo pendientes y éstos pasaré buenos ratos. A ver cómo conjugamos el del chocolate con "la operación bikini"...mejor lo guardaré hasta el otoño.
La miniatura me la regalaron en una caseta que tenía unos libros preciosos, réplicas de códices antiguos y obras medievales, arte románico, gótico, etc...